El portal del diario The New York Times publicó el pasado 5 de julio un interesante reportaje de Soumya Karlamangla en el que presenta las reflexiones recogidas durante una entrevista con Christopher Cox, quien había escrito sobre la que podía haber sido la rotura de la presa de Oroville en California y sobre la posibilidad de que pudiera ocurrir de nuevo.

A continuación se presenta la versión en español del reportaje.

Es posible que Ud. haya oído que el cambio climático en California está agravando lo que frecuentemente se ha designado como el “latigazo meteorológico”: la duración de los periodos secos se está prolongando, y las tormentas intercaladas se están haciendo mayores y más intensas. Dicho en otras palabras, nuestros extremos se están haciendo más extremos.

En un reciente ejemplar del Magazine del New York Times, Christopher Cox afrontó la cuestión de la forma en que la meteorología extrema podría amenazar las presas de California, un parte esencial del complejo sistema estatal de almacenamiento y distribución de agua. California posee una de las presas más altas de América, situada en Oroville, a tan solo 95 km al norte de Sacramento. La rotura de la presa de Oroville sería catastrófico; según una simulación especialmente alarmante, generaría una ola de más de 55 metros de altura que barrería el valle situado a sus pies, inundando varios pueblos. Cuando la presa de St. Francis, en el norte del condado de Los Angeles, se rompió en 1928, el desastre ocasionado fue uno de los más mortíferos de la historia del Estado.

No obstante, en un Estado amenazado regularmente por la Madre Naturaleza, el riesgo de inundación a causa de la rotura de una presa no suele despertar mucha atención. Y ello a pesar de que tan solo hace seis años, tal como indica Christopher, la presa de Oroville estuvo a punto de romperse.

En palabras de Christopher Cox, “los fuegos ocurren más frecuentemente, y los años secos son más frecuentes que los húmedos. Pero los mayores desastres ocurridos en el Estado han sido las inundaciones”.  Según los expertos consultados por Christopher Cox, “las presas de California no están preparadas para una meteorología extrema”.

En 1862, la peor inundación registrada en la historia del Estado cubrió de agua el Valle Central y, según un relato histórico, destruyó una cuarta parte de todos los edificios del Estado. No obstante, la mayor parte de los datos de inundaciones utilizados para el diseño de nuestras presas proviene del siglo pasado, que según los expertos ha sido un periodo inusualmente plácido de la meteorología de California.

No obstante, en estos momentos, las tormentas se están haciendo más intensas a medida que la atmósfera se calienta y con ello aumenta la cantidad de vapor de agua que puede contener. De acuerdo con Daniel Swain, científico climatólogo de la Universidad de California en Los Angeles, “toda esa infraestructura está diseñada para un clima que ha dejado de existir”.

Diversos científicos han resaltado la urgencia de que el Estado se prepare para soportar una tormenta de la misma escala que la ocurrida en 1862, aunque su iniciativa ha tenido un éxito muy limitado. Dale Cox, un antiguo gerente de proyectos del United States Geological Survey, indicó a Christopher Cox que una razón de ello es que las inundaciones no cautivan al público del mismo modo que lo hacen los terremotos, que son más imprevisibles y dramáticos. Según Dale Cox, “mientras que un terremoto se parece más a un acto de Dios, las inundaciones reflejan los fallos de los humanos”.

Un enfoque verdaderamente comprensivo de la seguridad de las presas tiende a perderse por las grietas, ya que los meteorólogos, los hidrogeólogos, los ingenieros y los climatólogos ponen toda su atención en la parte de la ecuación que les compete, olvidando una la visión general. Eso hace que los funcionarios y los expertos sean más lacónicos y reservados sobre el problema. En palabras de Christopher Cox, “la seguridad de las presas es un problema que ha quedado huérfano”.