El consejo editorial del diario Sacramento Bee ha publicado un interesante artículo en el que recuerda la conveniencia de mantener e impulsar el ahorro de agua, como ha sido obligatorio realizar durante los pasados 5 años consecutivos de sequía en California.
Tras 5 años consecutivos de sequía, el estado se encuentra inmerso en uno de los años húmedos más intensos registrados hasta el momento. El río Sacramento está desbordante, el bypass de Yolo parece un lago, el espesor de nieve en la Sierra Nevada continúa aumentando y los grandes embalses siguen llenándose de agua. Como suele ocurrir casi inevitablemente cuando comienza a llover, las agencias locales de agua, la de San Diego entre ellas, están pidiendo al estado que levante las restricciones sobre el consumo de agua.
Conviene recordar que la estación lluviosa del estado termina en el mes de abril. Tanto si sigue lloviendo como si no lo hace, el mes de abril será un plazo breve para poder adoptar una declaración de uno u otro tipo. Incluso si el gobernador Jerry Brown no declara el final de la sequía, el siguiente episodio de sequía podría estar de vuelta en el estado antes de que nos pudiéramos dar cuenta. Tanto por el cambio climático como por los mayores consumos de agua, los ciudadanos del estado no deberían recuperar los hábitos malgastadores de agua del pasado.
La mayor parte del estado, particularmente en las zonas en que vive la mayoría de la población, está afectado por una sequía permanente y gran parte de esas zonas son desérticas. Con la llegada del calentamiento global, los comportamientos del clima cambiarán y un estado de 40 millones de habitantes como éste tendrá necesariamente que adaptarse. Un reciente informe del Public Policy Institute of California (PPIC), una institución de reflexión independiente, indica que los niveles del mar habrán subido entre 0,43 y 1,67 m en el año 2100 y “está previsto que aumente la frecuencia de acontecimientos extremos como las sequias, las olas de calor, los incendios naturales y las inundaciones”.
A medida que las temperaturas vayan aumentando, una mayor proporción de las precipitaciones serán en forma de lluvia en lugar de nieve, haciendo que el espesor de nieve acumulada, de la que el estado ha dependido durante muchos años, disminuya progresivamente. Según el informe del PPIC, este comportamiento contribuirá a aumentar “la frecuencia y la magnitud de las inundaciones, disminuyendo las reservas de agua de la Sierra Nevada”. Incluso si se suprimieran hoy mismo las emisiones de gases de efecto invernadero, “algunos de estos cambios serían inevitables, debido a que el sistema climático cambia lentamente”.
Aunque los grandes embalses del estado se están llenando, uno en el condado de Santa Bárbara estaba solo al 11 % de su capacidad hace unas semanas. Las aguas subterráneas, que han mantenido vivos los campos de frutales del Valle Central durante la reciente sequía, han sido sobre-explotadas. Como indica el PPIC, “Un año húmedo no es la solución de la sequía….Se necesitarán varios años húmedos consecutivos, junto con mayores niveles de captación y regulación del agua, para restaurar los niveles de agua en los acuíferos hasta los que tenían al comienzo de la sequía”.
Debemos felicitar a muyos ciudadanos del sur del estado por los esfuerzos que han realizado para ahorrar agua. La autoridad hídrica de San Diego, en particular, ha contribuido a regular caudales, ha construido una planta desaladora y ha persuadido a los propietarios de viviendas a reducir dramáticamente el consumo de agua. Con la lluvia que ha caído hasta el momento desde el comienzo del año hidrológico, es comprensible que la autoridad hídrica urgiera a las autoridades estatales en las pasadas semanas para que, en el curso del mes de febrero, retirara los requisitos de ahorro que estaban vigentes durante la situación de emergencia.
No obstante, sería prudente que el gobierno de Brown espere hasta el próximo mes de abril para hacer esa declaración. Incluso si se pudiera confirmar que la sequía de 5 años consecutivos ha terminado, la reutilización del agua y el ahorro del agua deberían formar parte del comportamiento natural de los californianos.