El portal del diario Los Angeles Times publicó el pasado 3 de abril un excelente reportaje de Sean Greene y Hayley Smith titulado “El espesor de nieve en California está entre los mayores registrados: ahora hemos de prepararnos para el peligroso gran deshielo”, en el que describen los peligros de inundación que se ciernen sobre las zonas aguas debajo de las Sierras, debido a un deshielo acelerado de los ingentes espesores de nieve acumulada durante las primeras semanas del año.

A continuación se presentan en español el texto del reportaje.

La lluvia y el viento con los que comenzó el año 2023 en California han aportado posiblemente el mayor espesor de nieve registrado en más de 70 años, según las declaraciones realizadas por los funcionarios estatales el lunes 3 de abril. El espesor de nieve es tan grande que su contenido actual de agua alcanza aproximadamente unos 37.000 hm3 – algo más de la capacidad del Lake Mead, el embalse más grande de los EEUU, de acuerdo con un análisis realizado por el Times de las mediciones de los sensores de nieve.

Aunque esa gran abundancia de recursos ha aliviado las condiciones de sequía, los expertos advierten que el denso espesor de nieve retenido en la Sierra Nevada se fundirá pronto, liberando unos potenciales torrentes de agua y creando una considerable preocupación sobre la posible inundación primaveral de los valles, las laderas montañosas y las comunidades aguas abajo. En palabras de Daniel Swain, climatólogo de la Universidad de California en Los Angeles, “toda esa agua habrá de bajar de las montañas lo más pronto posible. El tiempo más cálido que se aproxima representa “buenas noticias para un buen número de personas que lo necesitan, pero también significa que el “gran deshielo” se está aproximando”.

Los funcionarios estatales anunciaron el espesor histórico de nieve registrado el lunes durante su cuarto sondeo de la temporada en la Phillips Station, cerca de South Lake Tahoe. Los sondeos se realizan mensualmente, siendo el del 1 de abril el que se utiliza como punto de referencia por ser típicamente el que registra un mayor espesor.

El espesor de nieve estatal del pasado lunes 3 de abril fue 237 % del valor normal para esa fecha – el mayor espesor de nieve registrado históricamente desde que la red estatal de sensores de nieve fue puesta en servicio a mitad de los años 1980. El equivalente de agua de esa nieve – o el espesor de agua contenido en esa nieve – es de 1.550 mm.

Ese valor es superior a los mayores registrados en 1983, 227 %, y en 1969, 224 %, y es igual al récord de 237 % registrado en 1952, medido utilizando herramientas y puntos de referencia anteriores. En palabras de Sean de Guzman, gerente de los sondeos de nieve del DWR, “esos fueron los únicos años en que el espesor de nieve de abril superó el 200 %. A falta de los resultados registrados en varios sensores de nieve, “todo indica que el espesor de nieve alcanzado durante 2023 será muy probablemente el primero o el segundo más grande del historial de medidas registradas desde 1950”. El espesor de nieve en la parte sur de la Sierra es incluso superior, alcanzando un valor récord del 306 % del valor normal para esa fecha.

El análisis realizado por el diario Los Angeles Times está basado en los cálculos realizados por el hidroclimatólogo Michael Dettinger de la Scripps Institution of Oceanography de la Universidad de California en San Diego y el Instituto de Investigación del Desierto en Nevada.

El espesor extraordinario de nieve ha sido el resultado de una sucesión de ventiscas históricas y más de una docena de chorros atmosféricos tormentosos que comenzaron a abatirse sobre el Estado a principios de año. Las tormentas rellenaron los ríos y los embalses y depositaron montones de nieve sobre el Estado, causando también extensas inundaciones, roturas de diques y casi tres docenas de pérdidas humanas.

La abundancia de agua permitió que las agencias estatales y federales aumentaran drásticamente las asignaciones de agua a los suministradores a lo largo y ancho del Estado, además de propiciar que el gobernador Gavin Newsom rebajara varias de las restricciones de emergencia por sequía que habían sido establecidas en 2021 en el momento que el Estado atravesaba los tres años más secos del registro histórico.

Aunque el U.S. Drought Monitor y otros indicadores de sequedad han mejorado significativamente, es posible que tengamos demasiado de este buen recurso que el agua, según la opinión de varios expertos.

Ante la realidad de que queden pocos días más de tiempo frío, las previsiones meteorológicas anticipan unas condiciones cálidas y secas en todo el Estado durante las próximas semanas. Eso incluye el Valle de San Joaquín, el Owens Valley y las laderas sur de la Sierra.

En palabras de Daniel Swain, “a medida que el espesor histórico de nieve de la Sierra se funde durante los días y semanas próximas – lo que va a ocurrir desde ahora hasta el mes de junio – la mayor parte de esa agua de deshielo discurrirá hacia la parte baja de las montañas”.

Esos caudales torrenciales podrían rellenar por completo varias veces algunos de los pequeños embalses de la región, lo que significa en la práctica que los operadores de esos embalses van a tener que aliviar agua de forma permanente, incluso liberando grandes caudales, para mantener los márgenes de seguridad de esos embalses y esas presas. Tanto la magnitud de esos grandes caudales, como sus posibles consecuencias finales dependerán en gran manera de la rapidez con que suban las temperaturas.

Durante los años “normales”, el espesor de nieve se funde de forma gradual durante la primavera, alimentando los ríos, nutriendo las plantas y rellenando los embalses que están diseñados para almacenar agua durante los meses del verano. Pero un deshielo rápido causado por una ola de calor a principios de la estación – o incluso una masa de aire húmedo y cálido – podría empantanar zonas que ya están sufriendo inundaciones.

Varias zonas del Valle de San Joaquín quedaron cubiertas con tanta agua de inundación durante las recientes tormentas que el desecado Tulare Lake ha comenzado a emerger de nuevo. Según Daniel Swain, “unas inundaciones similares ocurrieron en el San Joaquín Valley tras los inviernos de 1969 y 1983”.

Cinco de los embalses más grandes en la cuenca hidrográfica de Tulare alcanzan en estos momentos un 67 % de su capacidad, de acuerdo con los datos estatales. La cuenca del Tulare no desemboca en el océano, a diferencia de las cuencas de los ríos Sacramento y San Joaquín.

Aunque parte del agua de deshielo se infiltrará en el suelo o se perderá por evaporación, seguirá contribuyendo a un aumento rápido de los caudales de los ríos.

En palabras de Karla Nemeth, directora del DWR, “el gran reto que afrontamos a medida que avanzamos en la primavera y el verano son las inundaciones – inundaciones significativas – especialmente en la cuenca del Tulare, añadiendo que los funcionarios irán cambiando de actividad durante las próximas semanas, desde la medida del espesor de nieve hacia la medida de la escorrentía, para ayudar en la preparación de los gestores de recursos e inundaciones”.

“Existe una cierta variabilidad – la rapidez con la que aumente la temperatura en California influirá en la rapidez con la que veremos el deshielo del espesor de nieve; estamos en unos días con muchas horas de luz, que pueden propiciar que el deshielo alcance una mayor velocidad”.

El gobernador Newsom emitió un decreto el pasado viernes para ayudar en la preparación de la cuenca del Tulare ante una inundación potencial, incluyendo los esfuerzos necesarios para atender la respuesta y la recuperación de esa eventualidad.

Los funcionarios estatales y los expertos han atribuido esas precipitaciones invernales extraordinarias a un “latigazo climático” – un cambio abrupto desde periodos de sequía prolongada a periodos más cortos de intensa precipitación debido en parte al cambio climático. En su opinión, las condiciones de sequía volverán de nuevo.

En palabras de Karla Nemeth, “a pesar de que tenemos ese espesor extraordinario de nieve, sabemos que las sequías se están intensificando y haciendo más frecuentes, lo que significa que hemos de utilizar el agua de forma eficiente, al margen de nuestras condiciones hidrológicas”. A lo que añadió que, a pesar de este excedente de aguas superficiales, las reservas subterráneas siguen estando agotadas, especialmente en el Valle Central. Es posible que los residentes en esas zonas puedan registrar simultáneamente condiciones de sequía y de inundación.

En palabras de John Abatzoglou, climatólogo en la Universidad de California en Merced, “ésta es la historia de California. Lo podemos ver a través de los registros en los anillos de crecimiento de los árboles. Esa especie de ritmo ha estado siempre ahí. No hace falta apostar por si continuaremos viendo años húmedos tras estos meses y año; es muy posible que la próxima sequía esté a la vuelta de la esquina”.

Los gestores hídricos estatales han sido criticados por su forma de gestionar la abundancia de agua registrada este año, y han reconocido que han de hacer mucho más para retener el agua generada a medida que se produce el deshielo.

Jeanine Jones, responsable de recursos hídricos interestatales del DWR, resaltó los recientes decretos dirigidos a promover la recarga de acuíferos, incluyendo la transferencia de más de 740 hm3 de agua desde el desbordante río San Joaquín hacia zonas donde pudiera ser esparcida e infiltrada en el acuífero situado bajo el valle. “Se está realizando un gran esfuerzo para hacer que esas aguas de inundación puedan recargar los acuíferos, especialmente considerando que disponemos de unos pocos meses, probablemente, durante la sesión de deshielo para poder hacerlo”.

Las posibilidades de inundación primaveral afectan a zonas más allá del Valle Central, por lo que los funcionarios del Sur de California también están preocupados por el deshielo. Aunque zonas como Los Angeles podrán quedar al margen de los efectos del deshielo, debido a la falta de nieve en sus proximidades, sus infraestructuras hídricas podrían correr riesgos.

El Acueducto de Los Angeles – que capta agua en el Owens Valley y la lleva hasta millones de personas en Los Angeles – estuvo ya afectado durante la primavera cuando las aguas de inundación destruyeron un tramo de 35 metros de la estructura. Fue la primera vez que el acueducto se había visto deteriorado por unas condiciones meteorológicas extremas.

Los funcionarios de Departamento de Agua y Energía (DWP) de Los Angeles declararon durante el Consejo de la pasada semana que los equipos de reparación estaban trabajando duro para reparar el acueducto asegurando que pueda resistir la escorrentía esperada.

En palabras de Cynthia McClain-Hill, presidenta del Consejo del DWP, “estoy preocupada por lo que podamos ver durante las próximas semanas y meses, a medida que la nieve se funde, y quiero asegurarme que somos tan proactivos como sea posible – no solamente en términos del trabajo que hemos realizado, sino también en la preparación del público”.

McClain-Hill indicó que los sistemas de la región previamente puestos a prueba fueron capaces de “esquivar una bala” gracias a las recientes precipitaciones, que permitieron a los funcionarios estatales y locales rellenar los embalses vacíos y aumentar así las reservas de agua. Pero algunas veces, no podemos parar el agua – y el potencial de daños,  inundaciones u otras eventualidades podría ser problemático”.

Benjamin Hatchett, profesor investigador en el Instituto de Investigación del Desierto que ha publicado recientemente un estudio titulado El decreciente espesor de nieve de California, indicó que es del mayor interés para todos que la nieve se funda lentamente y rellene los embalses a medida que el agua es utilizada para regar. “En estos momentos hemos de esperar pacientemente para ver el mayor o menor grado de rapidez con el que el agua sale de las montañas. Es como una roca situada en el borde de un acantilado, que solo necesita una fuerte racha de viento para despeñarse”.