La escasez de agua, de forma continuada e intensa (restricciones de uso durante episodios de sequía) es una de las razones con mayor capacidad de persuasión para que los ciudadanos y los responsables políticos lleguen a considerar la utilización de agua regenerada como una estrategia válida para atender el abastecimiento tanto de usos no potables como potables.

Por el contrario, la disponibilidad de agua e incluso la percepción de que antes o después, de una manera o de otra, esas restricciones hídricas serán aliviadas por el retorno de las lluvias, hacen que la reutilización del agua despierte una aceptación muy limitada entre la ciudadanía y los usuarios. Además, la percepción incorrecta de que el agua regenerada tiene su origen inmediato en el efluente depurado producido por el tratamiento de un agua residual despierta un rechazo categórico a la posibilidad de reutilizar el agua. El agua regenerada está culturalmente estigmatizada e incluso prohibida por algunas normativas.

La legitimación del agua regenerada requiere todo un programa de información y documentación patrocinado por las autoridades de salud pública y recursos hídricos dirigido a asegurar una percepción correcta del producto en cuestión: un agua regenerada para un uso determinado, tanto no potable como potable. El contexto cultural de este proceso de legitimación suele incluir la historia, los símbolos y los valores del país, y sobre todo las posibles experiencias previas relacionadas con iniciativas que hayan tenido un impacto desfavorable sobre la salud pública y el medio ambiente. Una mejor comprensión por la población del alcance que la reutilización incidental viene teniendo en nuestros cauces fluviales (y todos los del mundo) puede contribuir a serenar el rechazo inicial, pero no suele ser un argumento suficiente para asegurar la aceptación de una reutilización planificada no potable y especialmente una potable.

El seguimiento y la verificación rigurosos, por grupos de científicos y técnicos especializados, de proyectos de demostración y a escala real son sin duda un complemento imprescindible para conseguir la legitimación de los tipos de reutilización propuestos, mediante su aceptación por parte de la ciudadanía y los usuarios. A medida que la implantación de los proyectos avanza, la valoración favorable de los beneficiarios suele ser un argumento muy valioso para convencer a otros usuarios que necesiten recurrir a la reutilización del agua.

La aceptación de las vacunas contra el Covid-19 ilustra el marco en que plantear una campaña de comunicación como la propuesta para la reutilización del agua. La utilización de vacunas como forma de proteger la salud pública tiene una larga tradición, desde que Louis Pasteur elaboró la suya contra la rabia en 1885. Hay un consenso generalizado de que la fabricación de la vacuna contra el Covid-19 se ha realizado en un tiempo record, gracias a los conocimientos científicos y las tecnologías disponibles tras años de investigación y desarrollo. La decisión de la Unión Europea de asumir los costes de grandes pedidos centralizados de vacunas ha permitido avanzar resolutivamente en la puesta a disposición de la vacuna en todos los Estados miembros. No obstante, la aceptación de la vacuna, en sus diversas versiones y ante los efectos negativos que se le han atribuido, ha sido posible gracias al respaldo continuado e inequívoco de la Agencia Europea del Medicamento y las autoridades de salud nacionales. El respaldo de las autoridades y expertos de salud pública ha sido determinante.