La situación climatológica en las regiones mediterráneas se caracteriza por una creciente irregularidad pluviométrica. Para compensar la irregularidad pluviométrica habremos de reforzar y promover una mayor regularidad hidrológica, mediante instrumentos tradicionales y sobre todo novedosos que nos permitan regular (almacenar) agua en momentos de abundancia para poder disponer de ellos en momentos de escasez. Una estrategia complementaria para compensar la irregularidad pluviométrica es reutilizar el agua que ha sido previamente usada, tras aplicarle los tratamientos de mejora de su calidad que aseguren la protección de la salud pública y el medio ambiente.

La reutilización de un agua usada, tras un proceso de regeneración, permite disponer de unos recursos hídricos propios, próximos a donde se han generado, con lo que ello significa de mayor autosuficiencia (sin dependencia de fuentes ubicadas en otros lugares) y sobre todo de una mayor fiabilidad (garantía) de suministro que las fuentes tradicionales, sometidas a la irregularidad pluviometría propia de la región mediterránea.

Esa mayor fiabilidad, garantía, autosuficiencia y predictibilidad del agua regenerada es sin duda el mayor atractivo que la regeneración y la reutilización del agua tienen para satisfacer las necesidades de agua de un territorio de clima mediterráneo, tanto si se desea dedicarla a usos no potables como a usos potables.

El desarrollo de recursos de agua regenerada comporta unos costes de inversión y de explotación superiores, pero asumibles, a los de las fuentes tradicionales, tan afectadas por la irregularidad pluviométrica actual y también la mayor población necesitada de recursos hídricos. Para avanzar en la resolución de ese dilema, conviene recordar que “el agua más cara es la que no se puede comprar, simplemente porque no está disponible”. La desalinización de aguas marinas es otra fuente alternativa de agua, que requiere la proximidad al mar y un aporte energético hasta tres veces superior al necesario para la regeneración avanzada. Este último proceso se suele designar también como “purificación” del agua, por su capacidad para producir un agua de calidad igual o superior a la de un agua de consumo humano convencional.