Si hubiera de resaltar tres facetas que nos diferencian en la forma de gestionar el agua entre nosotros y los californianos, indicaría los siguientes:

1)  La consideración de bien público o privado de los recursos hídricos. Mientras que en California el agua es mayoritariamente (más del 80 %) un recurso privado, en nuestros territorios el agua es un recurso público casi en su totalidad, salvo casos muy concretos en los territorios insulares. La tradición minera durante la fundación del Golden State (1850) hace que la posesión del suelo comporte la posesión de todo lo que hay bajo su superficie. Aunque esa circunstancia limita la capacidad normativa de las autoridades hídricas, las circunstancias pluviométricas y demográficas más recientes han ido permitiendo avances en una gestión estatal integrada, incluso de esas aguas privadas. En nuestro caso, la consideración del agua como bien público ofrece unas posibilidades de actuación que convendrá impulsar en un futuro próximo, mediante la concertación y los acuerdos pragmáticos, en lo que los californianos son expertos.

2)  Nuestro modelo preferente de gestión integrada de los recursos, aunando en una sola entidad pública la gestión de los recursos hídricos naturales y la gestión de las aguas usadas (aguas residuales, con su depuración), como ilustra creación de la Agencia Catalana del Agua. En California es muy frecuente que las entidades de abastecimiento de agua tengan un estatuto jurídico diferente de las entidades dedicadas al saneamiento y la depuración. Aunque nosotros disponemos de un numero creciente de entidades de gestión integrada de ambos recursos, las posibilidades de actuación, concretamente en el sector de la regeneración y la reutilización del agua, tienen un notable intervalo de progreso. La capacidad de las entidades californianas para establecer acuerdos de beneficio mutuo (integrar los costes y los beneficios) compensan en la práctica su separación de responsabilidades. Un ejemplo emblemático de ello es el proyecto Groundwater Replenishment System, un proyecto emblemático a escala mundial resultante de la colaboración entre el Orange County Water District (OCWD) y el Orange County Sanitation (OCSan). En definitiva, implantan la gestión integrada del recurso siguiendo la estrategia del “caso por caso”.

3) Los consumos unitarios de agua tan diferentes, tanto para usos domésticos como agrícolas. Mientras que los consumos domésticos de agua en California son generalmente superiores a los 500 L/hab.día, los registrados en el Área Metropolitana de Agua están cifrados en menos de 110 L/hab.día. Es evidente que un esfuerzo para ahorrar agua entre la población californiana produce mayores beneficios que si se plantea ante la población metropolitana de Barcelona. Visto desde otra perspectiva, ser un gran consumidor de agua ofrece un “colchón amortiguador” para cuando llega el momento de hacer ahorros. Así es como lo suelen caracterizar en aquellas tierras.

En el sector agrícola, sus dotaciones de agua suelen ser del orden de 11.000 m3/ha.año, mientras que en nuestras latitudes esa dotación suele ser inferior a los 6.000 m3/ha.año. Al igual que para el consumo doméstico, esas dotaciones tal elevadas de agua ofrecen un “colchón amortiguador” durante los episodios de sequía.

En definitiva, disponemos de modelos e instrumentos adecuados para la gestión integrada del agua, así como de unos consumos y dotaciones de agua tradicionalmente más sostenibles. California nos ofrece un ejemplo anticipado en el tiempo de cuál puede ser nuestro futuro régimen pluviométrico, así como de formas operativas de adaptarnos a él y de criterios efectivos de llevar a cabo esa adaptación, con urgencia, planificación, agilidad, continuidad, transparencia y sobre todo concertación entre intereses afectados.