La fiabilidad (seguridad) del suministro de agua de un colectivo se consigue normalmente mediante la adopción de varias estrategias de gestión, desde la protección de las fuentes de agua (mediante el saneamiento y control de vertidos), siguiendo por el ahorro y el uso eficiente, la regulación en embalses y acuíferos, el intercambio de recursos, hasta llegar a la regeneración y la desalinización del agua. La consideración simultánea de una diversidad de esas opciones aporta estabilidad al sistema de gestión de los recursos hídricos, lo que actualmente se designa como “resiliencia” del sistema.

En determinados casos, una o pocas de esas estrategias pueden ser suficientes para conseguir la fiabilidad de suministro requerida, como por ejemplo 1) las aguas superficiales (ríos y manantiales) en zonas de alta montaña y escasa población, 2) las aguas subterráneas en territorios con acuíferos importantes y renovables, 3) el agua regenerada en situaciones donde las fuentes tradicionales son inviables (como es el caso de la Estación Espacial Internacional) y 4) el agua desalinizada en zonas extremadamente áridas y con acceso a fuentes de agua salobres o marinas.

Como ejemplos ilustrativos de esa variedad de casos, podemos citar que más del 90 % del agua depurada en la Región de Murcia es regenerada y reutilizada, aportando así una parte significativa del agua usada para riego agrícola. El Consorci d’Aigües Costa Brava Girona regenera un 12 % de sus efluentes depurados (Dades de 2021) para utilizarlos en riego agrícola y de jardinería. La ciudad de Windhoek, capital de Namibia, viene regenerando agua desde 1968 para su reutilización como fuente de abastecimiento de consumo humano, en una proporción que oscila entre un 25 % y un 40 %, dependiendo de las condiciones de sequía. En el sur de California, con una población regional de 20 millones de habitantes ubicados en unos 50.000 km2 y unos recursos cada vez más limitados por las sequías, el agua regenerada llega a alcanzar en algunos proyectos hasta un 30 % de los recursos aportados de forma planificada a los acuíferos locales, de donde se extrae para abastecimiento de agua de consumo humano.