España dispone de prácticamente todos los elementos necesarios para implantar los sistemas de regeneración de agua capaces de producir un agua utilizable en los más diversos usos, desde el riego agrícola y de jardinería hasta el uso potable indirecto (recarga de acuíferos o embalses) o potable directo (introducción en el sistema de potabilización y distribución). Prueba de ello son las instalaciones de potabilización operadas actualmente por entidades públicas y privadas de nuestra geografía que son capaces de producir un agua potable a partir de unas captaciones de aguas superficiales cuya calidad dista en ciertos casos de ser el “agua prístina” recomendada por las normativas nacionales e internacionales como fuente para producir agua de consumo humano.
Ese distanciamiento de la condición de aguas prístinas es especialmente frecuente en las partes bajas de las cuencas de nuestros ríos, cerca de su desembocadura, por ser ahí donde se acumulan los diversos vertidos realizados al cauce del río en zonas aguas arriba de su cuenca. Son precisamente en esas zonas costeras donde la opción de regenerar las aguas usadas adquiere su mayor interés, en cuanto que su reutilización no compromete los derechos de los usuarios situados aguas abajo, por ser el vertido al mar el destino general de esos efluentes depurados.
El factor determinante de que la regeneración y la reutilización del agua no haya alcanzado un desarrollo y una implantación similares a las de otros territorios de clima mediterráneo es la concepción limitada de lo que significa una gestión integrada de los recursos, junto con la falta de una voluntad política de hacer de la regeneración y la reutilización del agua un elemento básico de la gestión de los recursos hídricos.
Disponer de la tecnología adecuada es una condición necesaria, pero no suficiente para implantar la reutilización del agua; es imprescindible disponer de la voluntad política de conjuntarla con los demás factores de la gestión integrada. Esa voluntad política se ha manifestado, en estados pioneros como California, mediante la elaboración coordinada por las administraciones y los usuarios de las normativas correspondientes y la realización de campañas demostrativas de la capacidad de los proyectos de regeneración y reutilización del agua para proteger la salud pública y el medio ambiente. Los recientes episodios de intensa sequía registrados en California, similares a los que todavía estamos registrando en nuestras latitudes, están propiciado unas inversiones en el sur de California de unos 30.000 millones de dólares para dotar a sus 24 millones de habitantes con recursos hídricos fiables, locales, autosuficientes e insensibles a la irregularidad pluviométrica de su territorio.