La motivación básica para utilizar agua regenerada es disponer de un aporte neto adicional de agua (en zonas costeras), local, autosuficiente y sobre todo fiable, insensible a las irregularidades pluviométricas.

La regeneración de un efluente depurado es necesaria cuando el uso a que se desea destinar un agua lleva asociados unos requisitos de calidad superiores a los que confiere la simple depuración en una EDAR.

El efluente depurado en una EDAR es aceptable (autoridades de salud pública y recursos hídricos) para su vertido al medio receptor natural (río, mar o suelo). Usos como el riego agrícola, el lavado de calles, la lucha contra incendios, la recarga de acuíferos o de embalses, o incluso la ingestión humana indirecta y directa exigen unos niveles de calidad del agua superiores a los que tiene el efluente depurado de una EDAR, debido a los riesgos para la salud o el medio ambiente que ello comporta. Esa mejora adicional de la calidad del efluente depurado, dependiente del aprovechamiento final considerado, se consigue mediante los procesos de “regeneración”.