El portal del diario New York Times ha publicado un espectacular reportaje de Raymond Zhong, con imágenes y video de Erin Schaff, titulado “See What California’s Record Snowpack Looks Like, Up Close”, en el que se muestran los vuelos de reconocimiento que se están realizando sobre las montañas nevadas de California con objeto de valorar con gran precisión el enorme espesor de nieve registrado durante las pasadas semanas y así poder estimar las consecuencias que la fusión de toda esa nieve puede tener en las zonas aguas abajo, durante las próximas semanas y meses.

Todo ello, después de tan solo unos meses después de que el Estado estuviera sufriendo las consecuencias de un periodo de tres años consecutivos de sequía que había llevado a las autoridades hídricas a cancelar completamente los trasvases de agua hacia el sur de California, poniendo así en grave riesgo de suministro al Valle Central, la gran zona agrícola del Estado, y las poblaciones del Sur en las que viven más de 20 millones de habitantes.

A continuación se presentan en español varios párrafos de este impresionante reportaje.

Arriba y abajo de las grandes laderas de la Sierra Nevada, el cúmulo de intensas tormentas que han diluviado sobre California este invierno han dejado tras de sí un gigantesco embalse helado, cuya fusión conformará la nueva fase de lo que ha venido a llamarse el remarcable año húmedo de un Estado temeroso de la sequía.

La nieve, en forma de enormes e impresionantes murallas, ha cubierto de blanco los majestuosos picos y las montañas de la Sierra Nevada, en cantidades que muchos lugares de la zona no habían registrado nunca con anterioridad.

La cantidad de nieve recogida es difícil de imaginar: 16,6 metros en el Mount Rose cerca del Lago Tahoe, 17,8 metros en Mammoth Mountain. Cuando esos valores se transformen en el espesor de agua equivalente, se obtendrá casi el doble del volumen medio histórico de agua recogida anualmente en este punto de las laderas norte de la Sierra, cuya escorrentía abastece varios de los principales embalses del Estado. En la parte sur de la Sierra, esos registros son casi el triple del valor medio histórico.

A escala del Estado, el espesor de nieve recogido este invierno está en camino de convertirse en el más grande o el segundo más grande desde que se iniciaron los registros en 1950, en palabras de Sean de Guzman, gerente de la unidad de Reconocimiento de Nieve y Previsión de Suministro de Agua del Departamento de Recursos Hídricos de California.

La impresionante inmensidad de la cubierta de nieve ha suscitado las delicias de los esquiadores y una mezcla más compleja de emociones entre los agricultores y los gestores hídricos, que están encantados de recibir esta abundancia de agua, pero que están pensando en la posibilidad de inundaciones más catastróficas durante la primavera.

Las recientes tormentas han llevado al gobernador Gavin Newsom a suprimir algunas de las restricciones por sequía, aunque diversas zonas de California están todavía afrontando las dificultades para satisfacer sus necesidades de agua, en especial las comunidades rurales del Valle Central que dependen principalmente de pozos para su abastecimiento. En palabras de Karla Nemeth, directora del Departamento de Recursos Hídricos, “a medida que la nieve se vaya fundiendo durante los próximos meses, el valle tendrá que afrontar simultáneamente unas “inundaciones muy, muy significativas” y unas dificultades de suministro de agua debidas a la sequía”.

Es por ello de importancia crítica determinar cuanta nieve se ha acumulado durante el invierno. Durante mucho tiempo, los funcionarios y los especialistas en previsión realizaban estas tareas hincando largos tubos metálicos en la nieve y pesando el testigo de nieve atrapado en su interior. Actualmente, estas medidas sencillas sirven todavía para ofrecer una estimación básica, pero los sensores instalados en aviones con vuelos a baja altitud ofrecen una imagen mucho más detallada.

El pasado viernes, un bimotor turbopropulsado de la National Oceanic and Atmospheric Administration realizó un vuelo de cinco horas sobre la Sierra, utilizando instrumentos especializados para valorar la cantidad de agua contenida en la profunda alfombra blanca situada bajo sus alas. Pocos minutos después de haberlos recogido, los datos fueron enviados para su utilización en estimar los futuros niveles de agua en los ríos y los peligros de inundaciones.

La gran pregunta que se hace California en estos momentos es saber la velocidad a la que esa nieve se fundirá y discurrirá hacia los ríos y los embalses del Estado, llegando incluso a desbordarlos – una tarea que está siendo más compleja de realizar a medida que la temperatura del planeta aumenta.

En palabras de Noah P. Molotch, hidrólogo de la University of Colorado Boulder, cuanto más lentamente se funda esa nieve, menos agua terminará llegando hasta los ríos. Eso es debido a que el agua generada por la fusión de la nieve tendrá más posibilidades de ser absorbida por los árboles y la vegetación a través del suelo, antes de lleguar a convertirse en caudal circulante de los torrentes y arroyos.

Otro factor a tener en cuenta a la hora de estimar dónde terminará el agua generada por la fusión de la nieve es la humedad relativa del suelo. En palabras de Dana A. Lapides, investigadora postdoctoral en hidrología del Servicio Forestal de los EEUU, “si el suelo y las rocas bajo de las laderas de la Sierra están secas, tras varios años de sequía, podrán absorber mayores volúmenes de agua de fusión de la nieve, reduciendo así el volumen que llegará a los arroyos”.

Eso fue lo que ocurrió en 2021, en que el Departamento de Recursos Hídricos sobreestimó considerablemente cuanta del agua generada por la fusión de la nieve terminaría llegando a los ríos. En un reciente estudio, la Dra. Lapides y us colaboradores observó que, teniendo en cuenta la humedad del suelo, las predicciones del Departamento de Recursos Hídricos podrían ser mucho más precisas.

Las estimaciones preliminares de la Dra. Lapides sugieren que, en algunas zonas de la región, las tormentas de este año han rellenado la mayor parte de los poros del suelo de las laderas, lo que podría significar que una buena parte de la escorrentía llegue hasta los embalses y los sistemas de regadío.