El Journal Environmental Science: Water Research and Technology, publicado por la Royal Society of Chemistry publicó en 2015 un interesante artículo descriptivo de la evolución registrada por la Reutilización del agua en Australia, durante y después de la conocida como la sequía del Milenio (2000-2009). El artículo fue elaborado por John C. Radcliffe, entonces miembro del equipo investigador del CSIRO, la Organización para la investigación científica e industrial de la Commonwealth, una agencia del gobierno federal de Australia encargada de la investigación científica.

Aunque las reflexiones datan de hace ya cinco años, siguen siendo muy clarificadoras y especialmente precursoras de las que se presentan en un reciente artículo de este mismo autor, cuya reseña se publica en estos mismos momentos en la web de ASERSA.

A continuación presentamos la versión española del Resumen y la Conclusión de dicho artículo, con objeto de facilitar su lectura. El artículo original completo puede descargarse en este enlace.

Resumen

Australia es un continente seco. Sus gobiernos iniciaron un proceso visionario de reformas hídricas en 1994, en un momento en que la gestión de los recursos hídricos y los servicios de abastecimiento de agua iniciaron su separación progresiva. El posterior Acuerdo Intergubernamental sobre le Iniciativa Nacional del Agua (2004) se tradujo en una separación de la titularidad del agua con respecto a la titularidad de las tierras, permitiendo así el intercambio comercial del agua. El acuerdo generó un marco de referencia nacional en el que gestionar el agua para el medio ambiente, la agricultura y el uso urbano, incluyendo la reutilización del agua. Ese proceso también incluyó un compromiso en favor de la recuperación total de costes. A partir del año 2000, Australia entró en un prolongado período de sequía que ha venido a denominarse la “sequía del Milenio”. Esta situación propició la adopción urgente de fuentes alternativas de agua y el desarrollo de directrices para la reutilización potable del agua. Sin embargo, las lluvias volvieron a la parte oriental de Australia a partir de 2008, hasta el punto de que en enero de 2011 la mayor parte del territorio estaba inundado. Una vez que las fases de verificación operativa de las instalaciones fueron completadas, las recién construidas estaciones desalinizadoras de la costa oriental fueron puestas en situación de espera y las estaciones de tratamiento avanzado del agua de Brisbane fueron clausuradas, incluso antes de haber llegado a ser utilizadas para su principal misión, la producción de agua potable. Por el contrario, la parte occidental de Australia ha permanecido seca, una condición considerada como anticipatoria del calentamiento global, y sus estaciones desalinizadoras de agua han ayudado a atender el abastecimiento de agua básico de Perth. Se está construyendo una estación de regeneración de agua para su reutilización potable indirecta, mediante la recarga gestionada de acuíferos, que ha merecido una amplia aceptación pública.

A escala nacional, y como continuación de la escasa utilización de los grandes inversiones en infraestructura hídrica, la atención se ha volcado sobre la normativa económica, la evaluación de esas inversiones de capital y de sus impactos en los precios y las tarifas aplicadas a los consumidores de agua. Se ha llegado a plantear la insuficiente atención que se había dedicado al funcionamiento continuado, los aspectos económicos, la resiliencia tecnológica actual y en algunos casos la aceptación pública de la regeneración y la desalinización una vez terminada la sequía. Una vez terminada la sequía en la zona oriental de Australia, las prioridades políticas nacionales han cambiado hacia otras direcciones.  Instituciones estatutarias e intergubernamentales han sido suprimidas. La complacencia de la política hídrica es evidente, haciendo que el ímpetu por las reformas corra el riesgo de perderse por completo. Los fondos dedicados  a la investigación hídrica siguen disminuyendo. Australia debe asegurar que el compromiso por una reforma política a largo plazo se mantiene mientras que se atienden otros asuntos más inmediatos y de corto plazo. Los políticos que han de tomar decisiones y la población en general han de asegurar que tanto el agua regenerada como el agua desalinizada son consideradas como recursos valiosos dentre del marco de referencia del ciclo hidrológico completo, donde de forma económicamente viable, toda el agua es reutilizada en último término.

Conclusion

Otros países pueden aprender de las repercusiones que supuso para Australia adentrarse en los años 1990 en posesión de una vision a largo plazo de sus recursos hídricos. Permitió generar un excelente marco de referencia para una reforma hídrica a través de un consenso intergubernamental. Permitió reconocer que el agua es un recurso crucial y finito, necesitado de una gestión equitable. Las personas que accedían al agua con intención de usarla productivamente necesitaban ser capaces de hacerlo de forma segura, a la vez que con confianza y eficiencia. Se reconoció la importancia de ser capaces de reutilizar el agua para usos diferentes. Se adoptó un compromiso federal para fomentar hasta un 30 % la reutilización del agua residual urbana. Se adoptaron directrices para la reutilización del agua que fueorn ampliamente respetadas. Se introdujeron tecnologías innovadoras para la gestión y el tratamiento del agua. No obstante, a medida que la sequía se intensificaba y las reservas de agua continuaban disminuyendo y la calidad del agua se deterioraba, las inversiones de capital fueron reorientadas de forma urgente, en algunos casos en situaciones próximas al “pánico”, hacia nuevas infraestructuras capaces de ofrecer una diversidad de suministros a través de la regeneración, la desalinización y la interconexión de las redes de distribución. Mediante el uso de una variedad de enfoques de terminación y de financiación, se llego a demostrar que las estaciones de regeneración y desalinizacion podían ser construidas rápidamente en caso necesario.

La validación en plantas piloto fue generalmente una fase crítica para establecer las líneas preferentes de procesos de tratamiento. No obstante, y aún dotados de unos fundamentos técnicos sólidos, varios proyectos fueron construidos con capacidad excesiva como consecuencia de las ofertas de financiación adicionales, pero sin antes haber aclarado la forma en que esa capacidad adicional de producción se conjugaría con los requisitos del suministro básico esperable a largo plazo, incluso en la perspectiva de un cambio climático potencial. Se ofrecieron interpretaciones alternativas sobre cómo y cuando se alcanzaría el compromiso de recuperación completa de costes. Históricamente, la inversión a largo plazo en infraestructuras hídricas ha sido considerado como un “coste irrecuperable”, haciendo que los préstamos sean potencialmente sufragados mediante ingresos impositivos. Ha habido dificultades sobre la conveniencia y el momento de asignar los costes medioambientales de las propuestas hídricas alternativas. Entre los asuntos que no fueron generalmente bien atendidos a la hora de valorar la crisis potencial creada por la sequía figuran la forma de informar a los consumidores del valor que representa la seguridad del abastecimiento, el coste de alcanzarlo y la transparencia del proceso de toma de decisiones requerido. Los temas relativos a los gases de efecto invernadero fueron ampliamente debatidos, pero no ampliamente comunicados. Australia tiene todavía pendiente la necesidad de ocuparse de forma efectiva de la cuestión relativa a la aceptación pública de la reutilización potable, con la notable excepción de Western Australia. El retorno de las lluvias hizo que los asuntos hídricos adquirieran una menor priorida política y redujo la fortaleza de los marcos de referencia de la gobernanza política y del compromiso. Tras la interrupción de la sequía, todo parece indicar que la política hídrica ha iniciado su agotamiento.

Las sequías volverán. Australia ha desarrollado la mayoría de los marcos de referencia políticos y las infraestructuras necesarias para hacerle frente. A pesar de ello, todavía quedan cosas por hacer. Sería deseable disponer de una Directriz Nacional sobre la Estrategia de Gestión de la Calidad del Agua con la que regular económicamente las empresas públicas de agua. La capacidad investigadora debería ser mantenida. Se debería estimular nuevos enfoques urbanos, industriales y agrícolas para la planificación y el diseño, en coordinación con los servicios de agua y de saneamiento, de forma que el agua regenerada pudiera ser incorporara progresivamente, a medida que las tecnologías “ajustadas para el uso” apropiadas y económicas se van desarrollando. Se deberá reforzar la colaboración política entre los diferentes niveles de gobierno. Se deberán mantener una reforma y una innovación continuadas.