El portal del College of Engineering de la Universidad de California en Berkeley publicó el pasado 4 de mayo un interesante artículo de Marni Ellery, titulado “Las investigadoras revelan los costes “ocultos” del agua de consumo humano”, poniendo así de manifiesto que para que las tecnologías de potabilización de agua tengan éxito deben disponer de una profunda comprensión de los retos que plantean a los usuarios.

A continuación se presentan en español los párrafos del citado artículo.

Aunque las tecnologías de potabilización del agua se evalúan típicamente en relación con su eficiencia para retirar los contaminantes, sus costes de inversión y sus impactos sobre la salud, esos parámetros tan restringidos no tienen suficientemente en consideración las razones por las que más de 2.000 millones de personas en todo el mundo carecen de un agua segura para consumo humano. Para afrontar ese problema, las investigadoras de la Universidad de California en Berkeley proponen tener en cuenta una valoración de los costes “ocultos” de esas tecnologías, incluyendo “la asequibilidad, la carga de trabajo y la aceptación por los usuarios” del tratamiento del agua dentro de las viviendas.

En una Visión en perspectiva publicada en Nature Water, las investigadoras ilustran cómo la falta de consideración de esos factores “subestima los costes totales de las tecnologías de potabilización del agua y sobrevalora el potencial de las opciones de potabilización que requieren un cambio sustancial del comportamiento y el tiempo necesarios para alcanzar el éxito”. En otras palabras, las personas que más necesitadas están de un agua segura para su consumo son las que carecen de un acceso al agua, debido a que sus ocupaciones diarias – económicas, físicas y mentales – no han sido tenidas en cuenta entre los criterios utilizados para valorar la viabilidad de las diferentes tecnologías de potabilización del agua.

En palabras de Amy Pickering, profesora de ingeniería civil y ambiental y autora senior del artículo, “hay una tendencia entre los ingenieros y académicos a pensar que un mayor acceso al agua segura puede resolverse mediante el desarrollo de productos para el tratamiento de agua a escala doméstica que tengan el menor coste posible. No obstante, este enfoque comporta con frecuencia un trueque entre el coste de inversión de los productos y el tiempo para usarlos, haciendo frecuentemente que el tiempo no remunerado requerido para usar el producto recaiga en las mujeres – que son típicamente responsables de la gestión del agua de consumo humano en las viviendas”.

De acuerdo con las investigadoras, los costes ocultos de un agua segura para consumo humano, al igual que su asequibilidad y su carga de trabajo, pueden entenderse mejor cuando se contemplan a través de los ojos de los usuarios. Por ejemplo, términos como “bajo coste” y “uso amigable” no aparecen bien definidos y son usados frecuentemente para describir la propia tecnología, y no la experiencia de los usuarios. A causa de ello, los métodos de potabilización del agua considerados como de bajo coste y fáciles de usar, tales como filtros cerámicos o tabletas de cloro, no terminan convirtiéndose en soluciones asequibles y de escasa necesidad de tiempo para las familias de bajos ingresos.

En palabras de Katya Cherukumilli, autora principal del estudio e investigadora postdoctoral, “a pesar de los siglos de innovación tecnológica, el acceso a un agua segura sigue estando restringido, debido a que los métodos utilizados actualmente para mejorar la calidad del agua de consumo humano ignoran los factores sociales críticos que determinan su adopción por los usuarios”.

En su artículo, Cherukumilli, Pickering y la coautora Isha Ray, profesora en el Grupo de Energía y Recursos, presentan un grupo de criterios de evaluación centrados en los usuarios, de modo que los suministradores de servicios hídricos, los profesionales, los gobiernos y otros participes los pueden tener en cuenta a la hora de decidir qué tecnologías de potabilización del agua conviene implantar, aumentar su capacidad o lanzarlas al mercado.

En palabras de Amy Pickering, “hemos querido cambiar el paradigma sobre cómo se evalúan y seleccionan las tecnologías de potabilización del agua para su implantación a gran escala. Esperamos que nuestro artículo ofrezca a los gobiernos y otras organizaciones el marco de referencia que necesitan para discernir el verdadero potencial de las tecnologías específicas para la potabilización del agua”.

En particular, las investigadoras desean mejorar la sensibilización sobre la naturaleza de género de la recolección de agua en las comunidades, que está anclada en la idea de que conseguir agua y hacer funcionar los sistemas domiciliarios de potabilización del agua es un “tarea de mujeres”. Las autoras describen la forma en que el tiempo y las demandas físicas atribuidas a las mujeres representan un coste que ha de ser tenido en cuenta y evaluado si se quiere que los programas de potabilización del agua lleguen a tener éxito.

En palabras de Isha Ray, “los costes no remunerados del trabajo asignado a las mujeres y las niñas es frecuentemente ignorado cuando se seleccionan los productos para la potabilización del agua. El reconocimiento del tiempo y del género del responsable principal de la carga de trabajo para potabilizar el agua – junto con la valoración de la demanda efectiva, la aceptación de los usuarios, el rendimiento técnico y los potenciales impactos sanitarios – habrán de permitir una valoración más integral de las tecnologías de potabilización del agua”.

A lo largo de todo su artículo, las investigadoras confían en definitiva en estimular la inquietud de los responsables de la toma de decisiones para que dirijan su interés hacia soluciones que son más convenientes y que no requieren cambios significativos del comportamiento. Esas soluciones tienen más posibilidades de éxito para ser adoptadas y fácilmente aumentadas de escala.

En palabras de Katya Cherukumilli,  “confiamos que nuestra perspectiva estimule a los ingenieros, investigadores y constructores a considerar la experiencia del usuario final durante el proceso de diseño, evaluación e instalación de tecnologías hídricas seguras en las comunidades. Nuestra meta es cambiar el objetivo y los recursos de los métodos de potabilización del agua que requieren una aportación sustancial de trabajo manual, para promover inversiones en soluciones escalables que pueden integrarse en la provisión de servicios profesionalizados y de gran calidad”.