El diario Los Angeles Times recoge las recientes valoraciones científicas de los espesores de nieve que se han venido registrando en California durante los últimos cuatro años de sequía, hasta que llegaron a una ausencia generalizada durante el pasado mes de abril, cuando el gobernador Jerry Brown se presentó ante la prensa, en un prado de la Sierra Nevada en que no se podía ver un solo copo de nieve, y estableció unas restricciones de consumo de agua sin precedentes. Era la primera vez en 75 años en que se registraba una situación primaveral como esa. Los investigadores acaban de concluir que esos registros mínimos pueden ser mucho más históricos de lo que se pensó inicialmente.

En un artículo publicado en Nature Climate Change, los científicos estiman que aquel espesor de nieve pudo ser el menor de los registrados durante un período de 500 años y estiman que el nuevo año hidrológico será extremo, aunque no tanto como el pasado. El informe es el último de una serie de estudios dedicados a caracterizar la intensidad de la sequía de cuatro años que se registra en el estado y situarla en un contexto histórico más amplio. Forma parte de un creciente número de investigaciones que alertan de los efectos del cambio climático en la reducción del espesor de nieve en las montañas de California, un proceso que reducirá la disponibilidad de agua del estado, incluso con su continuado crecimiento de la población.

La nieve de las montañas es una de las mayores preocupaciones hídricas que afronta el estado, según el vice-rector de la Universidad de California en Los Angeles: “en una escala de 1 a 10, ocupa la calificación de 11”. Según los hidrólogos de la Universidad de California en Davis, el problema es que el cambio climático se caracterizará por mucha menos nieve y mucha más lluvia.

El agua de lluvia discurrirá rápidamente hacia el océano, a menos que se establezcan formas de capturar una parte de ella de forma rápida. El espesor de nieve es un factor esencial del suministro de agua de California. Durante un año normal, la nieve fundida en la Sierra Nevada proporciona una tercera parte de las aportaciones. Otra tercera parte la aportan las extracciones de los acuíferos y la tercera parte restante la aportan los ríos y los embalses.

La presencia de nieve en las montañas depende de dos factores principales: la cantidad de precipitación y la temperatura reinante en el momento de la precipitación. Con mayores temperaturas, la precipitación será en forma de lluvia. Los investigadores indican que aunque la precipitación total durante el año 2015 queda dentro de los límites normales de variabilidad, las temperaturas invernales fueron de las mayores registradas hasta el momento, lo que significó menos nieve y más lluvia, para la que el estado no dispone de suficientes medios para recogerla y almacenarla. A pesar de que las previsiones indican la llegada de una potente versión de El Niño, con un otoño e invierno húmedos, los espesores de nieve pueden ser realmente inferiores a la media.