El diario San Francisco Chronicle ha publicado recientemente un excelente artículo en el que se describen las consecuencias inesperadas que el trágico incendio que se registró el pasado mes de octubre ha tenido para la red de abastecimiento de la ciudad de Santa Rosa. El incendio asoló más de 3.000 viviendas y ocasionó el desplazamiento de miles de residentes, especialmente en el barrio de Fountaingrove, unos de los más afectados por el fuego.
Cuando los residentes que habían escapado para salvar sus vidas regresaron a sus residencias, encontraron 1.420 viviendas totalmente destruidas, absolutamente desaparecidas, en medio de un paisaje casi irreconocible. Durante los primeros días, nadie pensó en verificar el estado del subsuelo. Pero por debajo de las calles totalmente allanadas y las parcelas llenas de cenizas, así como de las casas que de forma milagrosa habían sobrevivido al infierno, les aguardaba otro gran problema. Las temperaturas generadas por el fuego habían sido de tal intensidad que 8 km de las tuberías que abastecen de agua a 350 casas, en las zonas altas del barrio, habían sido destruidas.
Algunos tramos de la tubería de PVC se habían derretido, liberando compuestos cancerígenos al sistema de distribución. Cuando la presión del agua disminuyó, las cenizas y los productos químicos de las casas incineradas fueron absorbidas por las tuberías principales, contaminándolas de forma permanente. La zona contaminada abarca 85 ha situadas al norte y al sur de la avenida principal de Fountaingrove. El problema no tiene solución, de acuerdo con los servicios técnicos municipales, que estima necesitar, como mínimo, más de 2 años y 43 millones de dólares para sustituir todo el sistema de distribución.
La pérdida de este gran tramo de la infraestructura de este vecindario es una ilustración manifiesta de la virulencia que registró el fuego y un enorme reto para recuperarse de sus efectos. El incendio más devastador en la historia del estado no solo destruyó bloques enteros de viviendas, sino todo lo que estaba enterrado bajo ellos. En palabras del teniente de alcalde de Santa Rosa, “para decirlo con toda claridad, no hay ninguna ciudad que se haya tenido que enfrentar previamente a casi todo lo que nos estamos enfrentando nosotros en este momento. Incluso tras nuestra investigación y conversaciones con los expertos, no se dispone de evidencia suficiente o de planes que hayan sido desarrollados para atender un acontecimiento de esta naturaleza. Estamos construyendo el avión a medida que lo hacemos volar”.
Las primeras quejas sobre el sabor y el olor del agua en las casas de Fountaingrove se recibieron en el servicio municipal del agua a principios de noviembre. A mitad de enero, los técnicos municipales habían acordonado una zona protegida de 85 ha, incluyendo 350 tuberías de conexión, 210 válvulas y 70 bocas de incendio. Los técnicos municipales encontraron benceno, un conocido compuesto cancerígeno, en las tuberías. El agua contaminada es tan potencialmente peligrosa que los residentes no pueden ducharse con ella, y mucho menos beberla o lavarse los dientes con ella.
La ciudad ha ajustado las tarifas del agua y ha distribuido agua embotellada entre aquellos que residen en las 13 viviendas que sobrevivieron en la zona del incendio. Más de 20 técnicos municipales recogen 175 muestras de agua diariamente. Hasta el momento, han recogido más de 3.000 muestras, llegando a saturar la capacidad analítica del laboratorio de Santa Rosa. La ciudad ha contratado tres laboratorios comerciales para que les ayude a realizar una batería de análisis del agua. En palabras de un ingeniero municipal “hemos tomado mucho más que unas pocas muestras. Hemos tomado miles de muestras. Estamos a punto de completar el proceso de muestreo en todas y cada una de las casas quemadas y no quemadas, en la zona afectada por el fuego. Todo lo que hemos encontrado hasta el momento indica que la contaminación está siendo liberada desde los plásticos de nuestro sistema”.
Con la esperanza de evitar una reconstrucción completa, los servicios municipales han lavado la red con unos 6.000 m3 de agua limpia. Han tratado de forzar el paso de un dispositivo espumoso para limpiar las tuberías. Ninguna de esas maniobras ha dado resultados favorables. Las partículas son microscópicas y pegajosas, y se quedan adheridas en las paredes de las tuberías. Algunas de las tuberías de servicio – las pequeñas tuberías que conectan las viviendas con la conducción principal – pueden ser reemplazadas. Ya lo han sido en más de 50 zonas de Santa Rosa, incluyendo uno de los parques destruidos y varias zonas de Fountaingrove. Pero ello no es suficiente para la zona residencial más afectada por el fuego.
Los técnicos municipales no anticipan disponer de un calendario para informar a los vecinos. Mientras estudian la forma de sustituir las tuberías, tratan de instalar una conexión temporal de agua a los vecinos que están reconstruyendo sus casas. Por el momento, se han concedido 23 permisos de construcción y otros 18 están en tramitación. Trece casas ya están emergiendo. En principio, la reconstrucción irá en paralelo con la reparación de la red de distribución de agua, según los técnicos municipales. “La ciudad desea acelerar el proceso, pero sin incurrir en el riesgo de contaminar el nuevo sistema”, según el subdirector del servicio de agua. En sus palabras, “al principio, pensamos que podríamos limpiar todo esto de forma bastante rápida. A medida que avanzaba la repetición del muestreo nos dimos cuenta que esto iba a ser mucho más que un simple protocolo. A partir de la investigación que hemos realizado, nos hemos dado cuenta que ésta es una situación sin precedentes. Nadie ha sufrido una experiencia como ésta”.
Los vecinos dudan entre reconstruir sus viviendas o marcharse. Una de las residentes muestra su preocupación sobre lo que ocurrirá con el agua y con Fountaingrove. En sus palabras, “la ciudad nos dice que nuestra agua está bien, pero no me la bebo todavía. Estoy instalando un sistema de filtración del agua en nuestra vivienda antes de que nos instalemos de nuevo. El agua es la cosa más esencial. Estamos pensando en marcharnos. Incluso si no lo hacemos, no me agrada vivir en una ciudad fantasma”.