El texto completo de la conferencia pronunciada por el Dr. Rhodes Trussell sobre “How safe is safe in the treatment of drinking water for the public“, durante el acto de recogida del Clarke Prize 2013 organizado por el National Water Research Institute (NWRI), puede descargarse aquí.

Una nueva lectura de este trabajo permite constatar la excelente evaluación histórica del desarrollo de las normas relativas a la calidad microbiológica del agua de consumo humano, para pasar luego a analizar el descubrimiento de los efectos desfavorables que ha tenido la incorporación de numerosos productos químicos en las actividades humanas, junto con el papel determinante que la ciencia analítica del agua ha jugado en detectar la presencia de numerosos compuestos orgánicos en las aguas de consumo humano, desde los subproductos de la desinfección, los compuestos orgánicos volátiles y más recientemente los contaminantes de preocupación emergente.

En unos de sus párrafos, el autor indica que “Ha llegado el momento de reconocer que esos compuestos orgánicos traza, cuya presencia es cada vez más frecuente en nuestro medio ambiente actual, son los heraldos de una nueva era, una era en la que el planeta Tierra entró hace unas seis décadas, una era en la que la escala de la actividad humana es tan amplia que no hay ninguna parte de nuestra Madre Tierra que pueda escapar a su impacto. A medida que la población humana continúa aumentando y el nivel del comercio mundial continúa progresando con esa población (de hecho, de forma más rápida que lo hace la población), los detritus generados por nuestra población estarán cada vez más presentes en el medio ambiente que nos rodea”.

Ante la observación experimental de que la capacidad analítica de detección de los compuestos orgánicos aumenta tres órdenes de magnitud cada 25 años, el autor se pregunta: “¿Qué significa todo ello? Ésta es una observación importante. Provistos de una capacidad de detección creciente, nuestros analistas químicos pueden informarnos de que el agua contiene algo diferente, aunque el resto de la ciencia es incapaz por el momento de decirnos qué consecuencias tiene la presencia de eso que se ha encontrado allí, a esa concentración. No cabe duda de que hay un punto en que, más allá de que esa sustancia esté allí, a esa concentración, su presencia carece de significado. Llegados a ese punto, la pregunta que se nos plantea es ¿En qué punto es un agua segura?”.

El trabajo termina con el siguiente Resumen:

El control de las enfermedades de transmisión hídrica ha sido uno de los grandes logros del siglo XX. Más allá de efectuar la potabilización del agua, el paradigma del siglo XX ha sido buscar fuentes naturales de agua que no estuvieran contaminadas. Los compuestos orgánicos traza que encontramos ahora en las aguas de consumo humano son los heraldos de una nueva era en la que el crecimiento de la población y el comercio mundial hacen que el paradigma del agua natural sea cada vez menos alcanzable. Con respecto a lo compuestos orgánicos traza, es necesario un nuevo paradigma que nos permita acceder a un agua segura. En último término, las normativas convencionales habrán de ampliarse para permitir gestionar de forma más efectiva las fuentes de agua afectadas, aunque nuestro enfoque tradicional de la evaluación del riesgo y las normativas es demasiado complicado como para gestionar de forma efectiva la realidad de esta nueva era. Habremos de examinar el Principio de Precaución para ver si es posible implantar un enfoque más proactivo.

Ofrecemos cuatro directrices para esta nueva era:

  1. Estamos de acuerdo en que es preferible que esos compuestos químicos no estén presentes en nuestro medio ambiente o las aguas de consumo humano.
  2. Reconocemos que este primer principio no es universalmente alcanzable. Por tanto, necesitamos un tamiz que nos ayude a tomar decisiones antes de disponer de una información científica confirmada.
  3. En el campo de la potabilización del agua, habremos de esforzarnos por conseguir una mejora continuada, implantando tecnologías de tratamiento de amplio espectro y asequibles, a medida que vayan estando disponibles.
  4. Habremos de encontrar sustitutos para aquellos compuestos que persisten en el medio ambiente, especialmente de aquellos que tienen un efecto adverso.

Para esta nueva era, necesitamos directrices de mínimos que nos ayuden a separar el grano de la paja en los foros públicos. Disponemos de referencias con las que desarrollar esas directrices, aunque su formalización va a requerir una cierta inversión.

Finalmente, aunque los compuestos orgánicos traza sean los que fascinan nuestra imaginación, son los microorganismos patógenos los que continúan planteando la amenaza más importante para la salud pública.