El boletín de noticias del grupo especializado en reutilización de agua de la International Water Association, de mayo de 2015, en su sección de “technical items”, publicó el artículo “Effective and reliable communication: the International System (SI) of units”, elaborado por R. Mujeriego. El principal objetivo del artículo es presentar un breve resumen de las definiciones y las formas de uso de las unidades del SI, en especial en el sector del agua, indicando las unidades básicas y sus prefijos, las unidades derivadas y las unidades aceptadas, tal como aparecen en los documentos publicados por organismos oficiales como el Bureau International de Poids et Mesures (BIPM) y el National Institute of Standards and Technology (NIST).

La expresión adecuada de las unidades de medida tiene una importancia vital para todos. La ciencia de la medición (metrología) no es un campo exclusivo de los científicos, sino también de los ingenieros y del público en general cuando tratan de cuantificar y comunicar los resultados de sus actividades. Los estudios y proyectos científicos y técnicos, al igual que los servicios, suministros y comunicaciones que todos utilizamos en nuestra vida cotidiana están basados en la metrología, como forma de asegurar una comunicación eficiente y fiable.

Los autores originarios de países con sistemas de medida no métricos suelen encontrar dificultades prácticas a la hora de convertir sus unidades tradicionales al SI de unidades, lo que ha dado lugar a una serie de anotaciones inadecuadas y controvertidas sobre diversas unidades de medida, en especial las relativas a grandes volúmenes y caudales de agua, como los hectómetros cúbicos. Es frecuente que los autores de sistemas de medida no métricos utilicen Gigalitros como unidad de medida para expresar lo que el SI de unidades designa como hm3.

Esas incoherencias han llegado a propagarse en documentos utilizados por las instituciones internacionales como el Comisión Europea, como queda patente en la Consulta Pública en reutilización del agua publicada en diciembre de 2015, en la que se utilizan unidades como “Mm3/año” (megalitros por año) y también “extracciones de agua de 247 billones m3/año”. La utilización de la palabra billón introduce una fuente adicional de posibles errores debido al significado tan diferente que “billion” tiene en lengua inglesa (mil millones) en comparación con otras lenguas, como el francés y el español, donde la traducción equivalente es de un “millardo”. En lengua francesa o española, un billón equivale a un millón de millones (trillion en inglés). Ocurre con cierta frecuencia que el término “billion” es traducido incorrectamente del inglés al español, en artículos y libros científicos y técnicos.

Las asociaciones profesionales Water Environment Federation (WEF), American Water Works Association (AWWA) e International Water Association (IWA) publicaron conjuntamente en 2011 la cuarta edición del Manual Práctico no. 6 con el objetivo de establecer las unidades de expresión que pudieran ser universalmente comprensibles y fácilmente comparables para valorar el diseño, la explotación y el rendimiento de infraestructuras y equipos utilizados para gestionar los recursos hídricos. No obstante, el Manual Práctico no. 6 considera el “litro” como una unidad básica de medida, incluso reconociendo que su incorporación contribuye a la incoherencia del sistema total de medidas, y recomienda de forma explícita que el uso del prefijo “hecto” (designado con “h” minúscula en el SI) debería ser evitado. Esta exclusión se hace extensible a otros tres prefijos, sin añadir razón alguna para tal propuesta, en contraste con la reciente actualización del SI de unidades.

Como ejemplo ilustrativo de la diversidad de problemas que puede provocar un uso incoherente de las unidades de medida, baste citar el uso de “megalitros”, reflejado como “ml” en alguna revista internacional de habla inglesa, para referirse al volumen de un acuífero o un depósito de agua. Como los lectores asiduos al SI de unidades reconocerán inmediatamente, la unidad “ml” significa “mililitro”, que sin duda representa un volumen líquido muy inferior al que los autores de esos artículos querían reflejar en sus trabajos. Cabe imaginar la sorpresa benevolente de lectores habituados al SI de unidades ante la expresión del volumen de un acuífero, valorado en términos de “ml”. Es evidente que un conocimiento amplio y claro de las directrices de uso del SI de unidades habría ayudado a revisores, editores e impresores de esas revistas a la utilización de unas unidades correctas para expresar el volumen de un acuífero o un embalse.

El SI de unidades ofrece un marco de referencia internacionalmente acordado que se recomienda para su uso en ciencia, tecnología, ingeniería y comercio. Las unidades básicas del SI y las unidades derivadas del SI forman un conjunto coherente que asegura una conversión fiable de unidades. El SI de unidades es el sistema de unidades reconocido globalmente, que tiene la clara ventaja de establecer un dialogo internacional y que simplifica la enseñanza de la ciencia y la tecnología a las nuevas generaciones.

Aunque las organizaciones nacionales pueden establecer legítimamente unidades de medida en las que figuren unidades distintas a las del SI, las organizaciones internacionales como la IWA y especialmente su grupo especializado en reutilización de agua deberían promover decididamente el uso de las unidades del SI entre sus autores, revisores y editores con objeto de asegurar que los documentos científicos y técnicos alcanzan los niveles más altos de calidad, asegurando una comunicación efectiva y fiable cuando editan, presentan y publican sus trabajos.

Convendrá que los autores españoles, educados tradicionalmente en el uso del SI de unidades, mantengan e impulsen la correcta utilización de sus unidades y prefijos, y concretamente el de hm3 (con prefijo en minúscula) a fin de preservar esa forma universalmente acordada de comunicación y evitando así la incorporación incontrolada de serios errores de sintaxis que nos puede llevar sin duda a serios errores de comprensión, con las consecuencias científicas, técnicas, económicas y de otros tipos que ello puede comportar.